Un experimento

25 08 2010

Bueno, he decidido hacer un pequeño experimento. He aquí un principio, un posible principio para una posible historia. Había pensado abrir un blog nuevo para incluir cosas de este estilo (cosas «literarias»), y dejar este para cosas más críticas. Pero una amiga me ha sugerido combinar ambos estilos en un mismo sitio, así que helo aquí. No sé qué es, lo acabo de escribir, entre bostezos, silbidos y tarareos de alguna canción que va pasando por mi reproductor. Pero para eso estáis vosotros =) Si sois capaces de leer el texto completo (no es demasiado), me gustaría que jugáramos a un pequeño juego. Cuando terminéis de leer os explico las reglas. ¡Adelante!

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Las cinco capuchas descubrieron, casi al unísono, cinco cráneos peculiares. No por su forma, ni por su edad, ya caudalosa. No; lo peculiar de esas cinco cabezas era lo que escondían dentro. Cinco portentos que una vez tomaron una decisión. Cinco mentes que, conjuntadas, podrían doblegar cualquier régimen mundial, satisfacer casi cualquier deseo, someter a cualquier ciudad, nación o incluso a cualquier dios. Los cinco músicos más poderosos que habían pisado alguna vez el mundo habían tomado una decisión hacía mucho tiempo: que su poder no sería usado nunca. Así que un día, ataviados con una sencilla túnica negra bordada con un símbolo en la espalda, se unieron y depositaron todo su saber en diversos recipientes, elegidos especialmente para tal efecto. Y ellos, ahora cascarones vacíos, se volvieron locos de atar. Incapaces de distinguir el bien del mal, la noche del día. Pero se guardaron un hilo de cordura.

Pese a su situación, se decía que aún eran capaces, aún por separado, de arrancar los sonidos más sentidos a sus instrumentos. Quienes tenían la fortuna de escucharlos, se veía inundado de una alegría indescriptible, y comenzaba a reír a carcajadas, o a llorar de felicidad. Tal era su habilidad, y tal era su poder, pues quien es capaz de provocar tal satisfacción en el corazón humano, es igualmente dado a retorcer y emponzoñar los sentimientos más puros. Así que ahora, las cinco túnicas se dedicaban a deambular de pueblo en pueblo, con la sonrisa siempre en los labios, locos. Y nada les faltaba nunca allá donde fueran, pues siempre eran recibidos con los brazos abiertos; y desde reyes hasta mendigos, todos eran capaces de renunciar a una hogaza de pan, unas monedas o incluso tesoros mayores ante la melodía de los cinco locos.

Cinco túnicas. Cinco símbolos. Unas ondas plateadas para Danovich, el maestro del viento; una corchea verde para Marstock, la profunda voz; tres líneas verticales paralelas del color del sol para el amo de las cuerdas, Jornna; un arco de violinista marrón, de madera, para Caloccio, quien, se dice, ha hecho llorar a mil violines; y, para el más experimentado de todos ellos, amo y señor de la música, K’rlez, tres teclas de piano blancas y dos de color negro azabache, visibles aún en contraste con su túnica. Cinco locos.

Ahora, los locos no se dirigen a ninguna ciudad, ni pueblo, ni reino. Ni deambulan por los caminos, como han venido haciendo los últimos años (¿quién sabe cuántos?). Su paso es ahora firme. Su sonrisa tiembla. Suben la montaña con la precisión de una cabra montesa, y ni la lluvia que comienza a caer, ni los truenos que amenazan, ni la oscuridad de la noche parece ser oponente para ellos. Los cinco locos llegan a la cima, sudando, heridos por las rocas y zarzas en sus pies descalzos. Se detienen, y miran a un punto. Todos a la vez. Danovich saca una flauta, Jornna tañe su laúd, Caloccio prepara su violín. Con unos toques de manos, un teclado hecho de aire y magia aparece ante K’rlez, y, lentamente, la voz de Marstock inicia una melodía. Suave al principio. Lenta. Acompañando a las notas, las gotas de agua danzan alrededor de los cinco músicos. Los animales huyen de la zona, asustados por no saben bien qué, sin saber hacia dónde ir. Se acerca un crescendo en la melodía, y los truenos, acompañando a la poderosa voz de Marstock, afinan su rugido. Los cinco ríen, como los locos que son. La melodía sigue aumentando en pasión, en furia, en violencia. La montaña entera se sacude, y en todo el mundo da la sensación de que los mismísimos cimientos del cielo sufren una sacudida. Los cinco locos siguen cantando, con su sonrisa. En el clímax de la pieza interpretada, un destello de luz surge de la roca más elevada de la montaña. El rayo de luz que asciende despeja las nubes, ahuyenta a los rayos, acalla a los truenos, seca la lluvia, adormece al viento. Los elementos se doblegan ante tal aparición, y en leguas a la redonda, los seres que, hasta el momento, viven en paz, se preguntan con curiosidad la procedencia de tal fuente de energía.

Pocos de ellos verán un amanecer para continuar haciéndose la misma pregunta.

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¡Bien! Si has llegado hasta aquí, eres un héroe (o una heroína). El juego que propongo es el siguiente: yo os voy a lanzar una pregunta sobre el texto, y os voy a dar algunas opciones. De hecho, os voy a hacer dos preguntas. Allá vamos:

  1. Los cinco locos, ¿han muerto en su labor? ¿O siguen vivos como figuras (de momento) misteriosas?
  2. Los seres que han visto el rayo, no ven amanecer al día siguiente (esto es, la espichan). ¿Han sido los cinco locos? ¿O pasa algo más aparte de la maravillosa columna de luz?

Vamos a hacerlo un poco interactivo 🙂 Este fragmento no está preparado, ojo, pero si veo que mola la idea, intentaré preparar el siguiente para dejar un final un poco más «abierto» con más opciones para elegir. Ya diréis qué os parece la idea. ¡¡Espero respuestas!! Ahora me voy a la cama, os dejo reflexionando. ¡Hasta mañana!