No nos damos cuenta muchas veces de la cantidad de cosas graciosas que ocurren a nuestro alrededor. Estos días me han pasado unas cuantas, así que quiero compartirlas con vosotros para que os deis cuenta de lo interesante que puede ser un simple paseo por la calle si lo miramos desde el punto de vista oportuno. Vamos allá.
Lo primero de lo que quería hablar es un titular que leí en el twitter de @el_pais, y que reza así:
El arzobispo de Canterbury […] dice a The Times que no ve problema en que haya obispos gays, siempre que no mantengan relaciones sexuales porque la tradición y la historia dictan que los clérigos deben ser célibes.
Ah, sí, nuestras viejas amigas. Tradición e historia. Pese a que es la declaración más tolerante que he escuchado por parte de la iglesia en los últimos días meses años siglos, sigue pecando de un increíble toque hipócrita que no deja de sorprenderme. Es como ponerle a un niño delante dos platos, uno con golosinas y otro con fruta, y decirle: “¿qué prefieres?”, y en el mismo momento en que el niño vaya a agarrar la primera golosina, retirar los platos y decirle con una mirada paternalista y una sonrisa condescendiente “da igual, no puedes comer de ninguno”. Vamos, que a Dios rogando y con el mazo dando. Pero dando bien, donde duele. Me encantaría haber visto la cara del arzobispo de Canterbury. Seguro que ha soltado una carcajadita y ha dicho algo así como whatever. Miradle la cara y decidme que no. Y mientras, la tradición y la historia, alejadas ya de cualquier otra institución con un mínimo de sentido común, espoleaban sus palabras entre risas y llantos. Pues muy bien, hombre, muy bien.
En otro orden de cosas, el tema de la huelga está dando para mucho. Por supuesto, los sindicatos no tienen razón, y por supuesto, el gobierno, la oposición o cualquier organismo político tampoco.
-Oiga, perdón, es que los sindicatos también son un organismo político.
Ah, vale, disculpe. No sé en qué momento pensé que representaban al trabajador. ¿Cuándo se presentará UGT a unas elecciones generales? Al tiempo. Pero en fin, al grano. El caso es que vuestro amigo Rubén daba un paseo agradable una bonita mañana de septiembre cuando su paz se vio turbada por una furgoneta blanca, grande, empapelada de carteles con el mensaje “ASÍ, NO”. Me gustaría hacer notar que, por mucho que hagamos una pausa, esa coma no es del todo correcta, pero ya está, lo dejo ahí. La furgoneta (con altavoz incluido, por supuesto), iba lanzando mensajes panfletarios (malditos comunistas) sobre la necesidad de ir a la huelga, la importancia de ello, y todas esas cosas, al tiempo que una mano misteriosa asomaba por la parte de atrás y lanzaba una ingente cantidad de panfletos a las calles de mi barrio. Que no es el más bonito, pero caray, venir a tirar papel al suelo… ¿lo veis? Es un ejemplo precioso del significado de los sindicatos: antigüedad. En su momento sirvieron para ensalzar la figura del obrero, sí, pero me parece que tienen que renovarse un poco. Mucho, en realidad. Igual que tienen que aprender que el tema de las octavillas era de una época ajena a Internet, la televisión o la radio, tienen que saber que el empresario de ahora no es el de hace cincuenta años.
Pues nada, la misteriosa mano de los papeles se ha apeado del aparato (previa detención de este, claro), y ha empezado a encasquetar la mercancía directamente en mano. Dos de los receptores del mensaje han optado por manifestar su opinión: “nosotros no vamos a ir a la huelga, no está la vida como para perder trabajo”. La mano misteriosa se ha vuelto a subir a la furgoneta, esta ha arrancado, y, mientras se alejaba, la cabeza perteneciente a la mano misteriosa ha asomado por la ventana para emitir una bárbara serie de exabruptos hacia la pareja de esquiroles malnacidos. Ha salido tal repertorio de insultos que habrían escandalizado al mismísimo (ponga aquí el nombre de su tertuliano/a favorito/a). Y a mí me ha dado la risa al pensar en el respeto que los sindicatos han pedido, en el derecho a la huelga que han pregonado tan airosamente. Imaginad que esto es una película (no, no lo es, por desgracia, pero vamos a extrapolarnos un poco para ver las cosas con perspectiva). Los malos en el poder, riéndose de nosotros, los pobres obreritos. Los buenos corruptibles (los sindicatos) perpetrando malévolos planes en su cúpula del mal:
-Lo que tenemos que hacer es cortar los transportes. Si dejamos a la gente sin transporte, no irán a trabajar, y así parecerá que han secundado la huelga. Es brillante, camaradas, mwahahahahahaha.
Y entre tanto, nosotros, los afectados, sin darnos cuenta de lo que realmente nos hace daño y, por tanto, sin poner soluciones. ¿Lo voy a decir? No. Allá cada cual con su conciencia. Yo prefiero reírme de la situación y hacer lo que pueda desde aquí. Es mejor, y más sano. Pero no voy a dejar de remarcar lo paradójico de la situación:
Pues eso. Me han pasado más cosillas, pero creo que me las voy a dejar para el siguiente recopilatorio. Por hoy, con estas dos, ya vamos bien. Y si no os parece gracioso que un arzobispo tome el pelo a la comunidad homosexual (aunque solo se haya referido a los curas, pero es extrapolable) o que unos jóvenes entusiasmados por una causa que no conocen increpen a unos ancianitos por la calle a gritos intentando representar unos ideales… pensadlo otra vez.
Por cierto, quería comentar que estoy en una fase un poco experimental con el blog. Ya habéis visto que he subido cuentos, diálogos, seguiré con el experimento literario… y quién sabe, quizá hasta me anime a subir algo de poesía. Me gustaría conocer opiniones al respecto, que esto crece gracias a vosotros. Por supuesto, seguiré con mis inquietudes y reseñas de cultura (las que pueda), y espero poder expresar este curso también algunas cosillas sobre la fonética, que es, al fin y al cabo, a lo que me dedico. ¡Decidme, amigos!